En los contextos de enseñanza de disciplinas relacionadas con las ciencias morfológicas es
frecuente encontrar dificultades en la comprensión de imágenes por parte de las y los estudiantes,
independientemente del nivel académico del que se trate. Algunos de los obstáculos más
recurrentes atañen a la imposibilidad de interpretación de la tridimensionalidad a partir de
imágenes bidimensionales, otros sencillamente radican en la falta de discriminación de elementos
ubicados en distintos planos, al cambiar la orientación o en contextos de observación diferentes
(Díaz y Jiménez, 1996; Constable et al, 1988). Este tipo de problemas resultan capitales en las
ciencias morfológicas, pues en ellas la imagen es un recurso ineludible a través del cual se pretende
guiar la adquisición de conocimientos. Este panorama es usual en los laboratorios de histología,
donde se trabaja con secciones o partes de organismos, de los cuales se abordan estructuras
microscópicas, inaccesibles al ojo humano, a partir de esquemas, fotografías o directamente a partir
de su observación al microscopio.
Al igual que otros autores (Tamayo Hurtado y González García, 2003; Mengascini, 2005; Iglesias
Ramírez et al., 2009), en nuestra experiencia docente es particularmente habitual observar en
alumnas y alumnos de nivel superior cierta dificultad para interpretar los cortes histológicos, lo que
parece provenir de la ausencia de una concepción de las estructuras biológicas y de una cierta
limitación en la plasticidad de su representación mental. Asimismo, a menudo las y los estudiantes
no pueden distinguir las distintas texturas propias de los tejidos en fotografías ni al observarlos a
través del microscopio óptico. En histología, tanto animal como vegetal o en cualquiera de sus
ramas, todos estos se convierten en obstáculos substanciales para la comprensión acabada de
cualquier tema, pues se trata de una ciencia que contempla integralmente la forma, la función y aún
la evolución de las estructuras en todos los niveles de organización de los seres vivos.
La histología es eminentemente una ciencia morfológica que trabaja fundamentalmente con
preparaciones y fotografías de éstas (Tamayo Hurtado y González García, 2003), por lo que resulta
indispensable abordar sus imágenes si se pretende un proceso de enseñanza-aprendizaje
significativo. Todo proceso de enseñanza-aprendizaje lleva implícita una comunicación mediante
sistemas simbólicos que posibilitan el intercambio de información requerido para la comprensión
de aquello que constituye el objeto de estudio (Iglesias Ramírez et al., 2009). Tales imágenes, que
en la histología son observadas al microscopio óptico –directamente o mediante sus fotografías o
esquemas-, forman parte importante de ese sistema simbólico, sobre el que se construye el
conocimiento.
Curiosamente, a pesar de su masiva presencia en los textos escolares, las y los estudiantes no están
habituados a aprender de las imágenes, ni considerarlas fuentes serias de información útil (Llorente
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Cámara, 1999), por lo que su aproximación a éstas requiere además de un cambio en los hábitos de
aquellos en los contextos de enseñanza. Por otro lado, la inexperiencia en la lectura de imágenes de
este tipo implica el desconocimiento de las convenciones necesarias para ello, por lo que resulta
imprescindible una enseñanza explícita que conduzca la percepción de aquellas. Recordemos que
fue la psicología de la Gestalt la que concedió por vez primera, a la percepción, una dimensión
sustantiva en la adquisición de conocimiento al destacar el papel consciente de la personas en la
organización de la percepción (Perales y Jiménez, 2002). La imagen es un instrumento de
comunicación abierto y ambiguo y la interpretación de una ilustración es idiosincrática. Por lo
tanto, es el observador el que dota de significados a la imagen, siendo un sujeto activo que
interviene en la comprensión de la información que le llega a partir de ella (Aguilar et al., 2007).
Las personas interpretan las imágenes en función de sus necesidades y estrategias para procesar la
información, sus conocimientos previos, su capacidad y determinación. La comprensión del
contenido de la imagen se produce cuando se interpretan las relaciones y se acomodan a los
esquemas de conocimiento (Perales y Jiménez, 2004; Aguilar et al., 2007). Su interpretación exige
un amplio conjunto de destrezas complejas, como la de distinguir rasgos propios de aquella y de los
del objeto que representa; comprender convenciones como la perspectiva o el punto de vista único;
o ser conscientes de las funciones del contexto, que provoca un significado diferente del mismo
estímulo visual (Llorente Cámara, 1999). Esta complejidad se agudiza al tratarse de la
representación o magnificación de imágenes microscópicas, cuyos componentes escapan a la
percepción en el entorno cotidiano, siendo competencia casi exclusiva de contextos disciplinares
como la histología.